Por: Juan José González Mejía

El cine mexicano reciente ha hecho verdaderas crónicas sobre algunas décadas de nuestra historia. Así, Roma/ 2018, de Alfonso Cuarón, aborda los años 70 mediante un relato intimista donde la denuncia (el Halconazo del 71) y el revisionismo de racismo y discriminación no están ausentes (en el personaje de Cleo). O en Esto no es Berlín/ 2019, de Hari Sama, donde el espíritu de rebeldía juvenil caótica es una búsqueda de la libertad sexual proto punk y clasista en donde los años ochenta (de la misma manera que la rusa Leto/ 2018, Kiril Serebrennikov) son dirimidos entre la secuenciación de una crisis anunciada y asfixiante y, a la vez, de una evaporación de principios morales familiares, pero sin el tono nebuloso de la corrupción rampante lopezportilllista de La 4 compañía/ 2016, de Mitzi Vanessa Arreola y Amir Galván Cervera.

Sin mencionar los años noventa de Todas las pecas del mundo/ 2019, Yibran Asuad, donde aún podía caber espacio para la ingenuidad y el escarceo amoroso, ni los años 2000 cuando – otra vez Alfonso Cuarón – en Y tu mamá también/ 2001 se repasaba casi “en tiempo real” acontecimientos sociales y políticos (el clasismo brutal aún imperante y el triunfo de Fox). En esa línea podemos ubicar a Las niñas bien/ 2019, de Alejandra Márquez Abella, donde el inicio de la década ochentera es revisada mediante la historia de Sofía/ Ilse Salas (que ganó el Ariel por Mejor Actriz), esposa burguesa que vive de manera holgada y con roce social envidiable al lado de su marido y sus hijos.

Alejandra Márquez Abella adapta con inspiración y eficacia visual el libro homónimo de Guadalupe Loaeza no para ridiculizar a la clase alta de los años donde la “bonanza del petróleo” nos había alcanzado, sino más bien para urdir un relato amargo, donde la soledad de Sofía y el poco talentoso marido/ Flavio Medina hacen ver que ni los negocios (imbricados al poder político en turno) ni las relaciones sociales se sostienen con firmeza ante la llegada de una terrible crisis económica que no sólo tumba en la desolación a un grupo o élite, aún más: desenmascara esa otra soledad con rostro de fiera: la hipocresía.

Las tardes en el club de tenis o la inclusión de Ana Paula/ Paulina Gaytán, la nueva rica sin alcurnia, hacen de Sofía una náufraga de Las Lomas donde el declive social es la nueva realidad  que le tocará vivir distanciándose cada vez más de la amigas dizque íntimas y de la compra de ropa de marca, cremas rejuvenecedoras, acciones en el club o viajes al extranjero aunque ladre, junto a los comensales del restaurante, ante la entrada del mismo del presidente que juró defender al peso como un perro…

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